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Tríptico de la Democracia III Ser o no ser, ese no es un dilema.


“El poder para los que gritan,

el poder para el pueblo”

 

Marx, pero Groucho no Karl

 

¡Somos una dictadura!, ¡Somos Venezuela!, se oyen las muchedumbres a grito en pecho, víctimas de una desesperación que nunca fue suya, víctimas de un juego político, de un juego electoral que poco tiene de objetivo, y sí mucho de ideología; pero ahí van, esos muchos que se creen distintos, con el corazón lleno de furia, una furia ajena, insisto.

 

Démosles el beneficio de la duda, realmente, derivado de las decisiones que se han tomado últimamente, ¿Estamos en una dictadura?, ¿Vamos para allá?, ¿Somos Venezuela? estas preguntas son legítimas, pero discursivamente exageradas, vamos a eso.


 

Primero, abordemos la cuestión conceptual, es decir, ¿A qué le llamamos Dictadura? Si, esta parte es vital e importante (aunque parezca una situación teórica o abstracta) ¿Por qué lo es? Porque esto nos da una base para poder analizar de manera objetiva si existen rasgos específicos que nos dirijan en esa conclusión, esto, con la sabiduría de que desde hace muchos años la política ya no se entiende en términos dicotómicos (si, es fácil y es simple, pero nada funcional, pues a estas alturas no se pueden explicar dinámicas de poder basados en blanco o negro, derecha o izquierda) lo que se estipula en el paréntesis quiere decir que los sistemas políticos se han transformado tanto desde aquel mundo polarizado en dos bloques, que en medio de todo el espectro político, hay infinidad de posibilidades, por lo que es muy necesario matizar, aunque no nos guste.

 

El término dictadura no es del todo malo, más bien este se ha ido transformando en dos sentidos claros y específicos.

 

El primer sentido al que hago referencia es al siguiente: La figura del dictador en principio tiene su origen en la antigua Roma, si, esa en la que se basa la mayor parte de los sistemas legales del mundo. El dictador romano tenía como función actuar solo en caso de emergencia para la república, este era asignado y ratificado por el senado romano, otorgándole poderes completos sobre las decisiones a tomar a partir de ese hecho extraordinario, pero con la salvedad de que dicho poder era temporal, pues al pasar la emergencia, esta institución perdía sentido y efecto, regresando así dicho poder al senado romano.

 

Esta figura se transformó de tal manera que su parangón actual es el llamado Estado de Excepción, facultad que tienen los estados para concentrar el poder en la institución ejecutiva para atender casos de emergencia que pongan en peligro la seguridad interior o exterior del Estado.


El otro sentido que tomó este concepto es el moderno, el cual detalla de una manera muy clara Norberto Bobbio al hacer la comparativa con la institución romana:

 

“El punto de contacto entre los dos fenómenos (dictadura romana y dictadura moderna) es la concentración y el carácter absoluto del poder. Pero la dictadura moderna no esta autorizada por reglas constitucionales: se instaura de facto o de todas maneras trastorna el orden político preexistente. La extensión de su poder no esta predeterminada por la constitución; su poder no sufre límites jurídicos. En resumen, la dictadura romana es un órgano excepcional y temporal; la dictadura moderna una forma de gobierno normal y permanente”


 

Esto nos arroja una luz esclarecedora sobre lo que es un régimen dictatorial, su primer elemento, es ilegal, no tiene marco normativo que la establezca y la legitime.

 

Ya de si, podemos ir viendo que lo que esta sucediendo con Andrés Manuel no es una dictadura, pues las reformas que se han discutido han recorrido más o menos un procedimiento legal, instaurándose de esta forma en el marco normativo del Estado Mexicano; sin embargo, esto apenas comienza, sigamos en el análisis.

 

Aquí es importante realizar una distinción que sentará las bases para el análisis que estamos realizando en esta columna, la dictadura constitucional es la que esta marcada por el orden jerárquico de las leyes, la cual permite que el poder se concentre en una sola persona o institución para superar una situación emergente, la dictadura inconstitucional es aquella que se instaura de facto, muchas veces, o la mayoría por procesos revolucionarios o el uso de la fuerza y la violencia tras la ruptura del orden constitucional, insisto, de manera ilegal.

 

Ergo, lo que pasa en México tampoco cabe dentro de una dictadura constitucional pues no cumple con el elemento principal para su instauración, una situación de emergencia legalmente dictada y establecida por dicho marco normativo (Artículo 29 constitucional)

 

Para ser más claros mostremos las características de las dictaduras modernas:

 

1. Concentración y la ilimitabilidad del poder,


2. Las condiciones políticas ambientales constituidas por la entrada de grandes estratos de la población en la política y;


3. El principio de la soberanía popular y la precariedad de las reglas de sucesión de poder.

 

En cuanto al punto uno, como bien lo amplia Bobbio: “El gobierno dictatorial no esta frenado por la ley, está por encima de la ley y traduce en ley su propia voluntad. Aun cuando se mantengan o introduzcan normas que salvaguarden nominalmente los derechos de libertad, o limiten el cambio de poder del gobierno, estas reglas jurídicas son un cambio exterior, con escasa eficiencia real, que el gobierno dictatorial puede desobedecer con discreción más o menos absoluta, recurriendo a otros leyes que pueden contradecir las primeras o hacen excepción de ellas, utilizando potentes organismos políticos sustraídos al derecho común, o involucrado directamente en los pretendidos principios superiores que guían la acción del gobierno y prevalecen sobre cualquier ley.”

 

En el segundo punto, el autor nos dice: “El ambiente más típico de los regímenes dictatoriales es el de una sociedad recorrida por una profunda transformación económica y social, la cual activa el interés y la participación política de estratos cada vez más amplios de la población y hace emerger el principio de la soberanía popular”.

 

Sobre estos dos puntos es importante puntualizar que la característica principal de los regímenes dictatoriales son el absolutismo en el poder (el cual lleva implícita una violencia sistémica clara) y la ilegalidad del régimen, es decir, su instauración de facto y sobre la ruptura inmediata del orden jurídico constitucional.

 

Respecto al tercer punto, se centra en la legitimación del poder, es decir, los elementos y características que utilizan estos regímenes para legitimar el uso del mismo, entendiendo que la contradicción estriba en que se obtuvo el poder por medios completamente ilegales. Para este caso, la legitimidad la obtienen con la exacerbación del poder popular, en el cual basan dicha legitimidad.

 

La transferencia de dicha legitimidad, es decir, como se establece el poder político es de abajo hacia arriba, del elector al gobernante y no viceversa, en este sentido, la diferencia con México es si una exacerbación de la soberanía popular, pero con otros tintes, pues el poder político se ha establecido por sufragio y no a través de una ruptura del poder constitucional.

 

Para aclararlo mejor, abordemos las tipologías de las dictaduras, si, existen distintos tipos de dictaduras.

 

Según Franz Neuman, las dictaduras pueden dividirse en:

 

1. Dictaduras simples,

2. Dictaduras cesaristas y;

3. Dictaduras totalitarias

 

Dictaduras autoritarias o simples, se caracterizan y fundan en los medios tradicionales del poder coercitivo (ejercito, policía, burocracia, magistratura) y tiene por eso escasas capacidades de propaganda y de penetración directa en las instituciones y en los grupos sociales, reprimiendo la oposición abierta y contentándose con una masa apolítica y con una clase dirigente dispuesta a colaborar. Ejemplos de esto son la dictadura franquista en España, la de Salazar en Portugal y la de los coroneles en Grecia.



La dictadura totalitaria emplea además de los medios coercitivos tradicionales, en particular instrumento de partido único de masas, y por eso es capaz de controlar completamente la educación y los medios de comunicación y más o menos completamente las instituciones económicas, de ejercer una presión propagandística capilar y permanente y penetrar en cualquier formación social y hasta en la vida familiar de los ciudadanos, suprimiendo toda oposición o también las criticas más tenues a través de aparatos políticos de policía y de terror especiales, e imponiendo la aceptación entusiasta del régimen a la población entera. Ejemplos de esto la Alemania Nazi y la Rusia del periodo estalinista.


 

Dictaduras cesaristas que son dictaduras caracterizadas por el hecho de ser personales, basadas en que el dictador está o se siente obligado a formarse un sostén popular para conquistar o ejercer el poder, o para ambas cosas. El elemento cesarista, que conlleva a una fascinación ejercida por el jefe sobre la masa y por esto tiene un especial componente carismático, falta en las dictaduras simples, pero si se presenta en las totalitarias. Son ejemplos de dictaduras cesaristas no totalitarias las de Pisistrato, Julio César, de Cola de Rienzo, de Cromwell y Napoleón. Sobre este último Karl Marx tiene un trabajo titulado “18 Brumario” que amplia de forma exquisita los medios utilizados por Napoleón para hacerse del poder, así como de la posterior legitimación del mismo.

 

Basados pues en esta tipología, podemos asegurar y confirmar que en México esta sucediendo otra cosa, menos una dictadura. ¿Qué cosa? Con gusto lo explicaremos, esto es más cercano a una mezcla de elementos autoritarios ya conocidos en la conformación del sistema político en México, que de un régimen hegemónico cerrado, o comúnmente llamado dictadura.

 

Cabe mencionar pues, que bajo la descripción realizada en los párrafos anteriores, pareciera que se tienen algunos rasgos o características que a primera vista le da la razón a todas voces que con miedo y falta de una lectura específica de los aconteceres vociferan a voz en cuello lo que no es. Es justo la especificidad de la clasificación tipológica la que nos permite entender la naturaleza de los hechos políticos que se están desarrollando.

 

Contestemos la pregunta ¿Qué somos? Somos un monstuo híbrido, un auto eléctrico y a gasolina, una extraña forma de constitución de poder político que no es algo, pero que es algo, y lo más cercano a eso es el autoritarismo, mismo que también tiene tipología y se abordará más adelante, para esto haremos uso (otra vez) del diccionario especializado en política de Bobbio y otros autores, vamos pues.

 

El diccionario de política de Norberto Bobbio define autoritarismo de la siguiente forma, y cito:

 

<<El adjetivo “autoritario” y el sustantivo “a” que se deriva de él se emplean sobre todo en tres contextos: la estructura de los sistemas políticos, las disposiciones psicológicas relacionadas con el poder y las ideologías políticas. En la tipología de los sistemas políticos se suele llamar autoritarios a los regímenes que privilegian el aspecto del mando y menosprecian de un modo más o menos radical el del consenso, concentrando el poder político en un solo hombre o en un solo órgano y restando valor a las instituciones representativas; de ahí la reducción a la mínima expresión de la oposición y de la autonomía de los subsistemas políticos y la anulación o la sustancial eliminación de contenido de los procedimientos y de las instituciones destinadas a transmitir la autoridad política desde la base hasta lo alto>>

 

Este acercamiento conceptual, ya nos puede dar una idea de la naturaleza de los sucesos que se han estado presentando con las reformas estructurales y políticas promovidas por Andrés Manuel y su movimiento.

 

Para sumar más a esta explicación, es menester establecer los tipos de autoritarismos y sus características. Situación que nos arrojará una sorpresa bastante interesante para el caso de México.

 

1. Regímenes autoritarios burocrático-militares: están caracterizados por una coalición guiada por oficiales y burócratas y con un bajo grado de participación política. Falta una ideología movilizadora y un parido de masa; a menudo hay un partido único, que tiende a reducir la participación; a veces hay pluralismo partidista, pero sin competencia electoral libre.


2. Regímenes autoritarios de estatalismo orgánico: se caracterizan por un ordenamiento jerárquico de una pluralidad no competitiva de grupos que representan diversos intereses y categorías económicas y sociales, y por un cierto grado de movilización controlada de la población en forma orgánica.


3. Regímenes autoritarios de movilización en países posdemocráticos: se distinguen por el grado relativamente más elevado de la movilización política, a los que corresponde el papel más incisivo del partido único y de la ideología dominante, y por el grado relativamente más bajo de pluralismo político consentido. Se trata de los regímenes llamados por lo común fascistas, o al menos de la mayor parte de ellos.


4. Regímenes autoritarios de movilización posindependencia: son el resultado de la lucha anticolonial y de la conquista de la independencia nacional.


5. Regímenes autoritarios postotalitarios: Están representados por los países comunistas después del proceso de desestalinización. Son el resultado combinado de las tendencias a la formación de intereses en conflicto -y por lo tanto de un pluralismo limitado-, a una parcial despolitización de la masa, a una atenuación del papel de partido único y de la ideología, a la burocratización acentuada; tendencias que producen una transformación conspicua y estabilizada del precedente modelo totalitario.


6. El totalitarismo imperfecto: constituye por lo común una fase transitoria de un sistema político cuyo desarrollo hacia el totalitarismo ha sido detenido, y que tiende entonces a transformarse en algún otro tipo de régimen autoritario.


7. Democracia racial: dominio autoritario de un grupo racial, que sin embargo se gobierna en su seno con un sistema democrático, sobre otro grupo racial que representa la mayoría de la población.

 

Bajo esta clasificación, aún es muy difícil catalogar a México, pues si nos damos cuenta tiene rasgos de por lo menos tres tipos, es por eso que dicha dificultad nos obliga a buscar otro tipo de autoritarismo que llamaremos competitivo, caracterizado por un partido hegemónico, que obtiene dicha hegemonía por medios democráticos, mismos que lo legitiman y legalizan, con elementos de participación ciudadana más activa, pero menos conflictiva, lo que hace que el régimen transite a una hegemonía participativa, constituyendo este un mecanismo bastante eficiente de creación de gobierno.

 

Esto se puede determinar mediante método histórico, es decir, recoger sucesos de conformación del poder político anteriores a este periodo que nos permitan compararlo y determinar si se ajusta o no a lo actualmente acontecido, comencemos.

 

Una lectura muy conocida de esto es lo dicho por Mario Vargas Llosa en aquel interesante encuentro que se dio entre intelectuales de la época en la que se presentaron importantes figuras, centrándonos específicamente en lo dicho por Octavio Paz en respuesta a la arenga argumentativa realizada por Mario, mismo que señaló que México era de si, “la dictadura perfecta”, pues el sistema político mexicano había logrado con notable eficiencia un control casi permanente de los grupos sociales así como de las organizaciones obrero-patronales en beneficio del engranaje de partido único (una lectura completamente desinformada, cabe decir). Octavio Paz en respuesta, puso los acentos sobre las íes, pues aclara con gran maestría que en la historia reciente de México no se dio una dinámica dictatorial como la que si se dio en Perú y en la mayor parte de las naciones del cono sur del continente, estipula con mayor precisión que lo que se vive en México es un Estado de Partido hegemónico, mismo que permitía el ejercicio democrático acotado a lo dictado por dicho partido (estoy parafraseando) cuyos elementos permitían una oposición, que para ese entonces ya se le veían avances importantes, mismos que terminan de consolidarse con la gubernatura arrebatada al partido oficial en Baja California, siendo esta la primera con alternancia en el poder (quizá aquí esté la verdadera semilla de la democratización posterior del país).

 

Recordemos que la constitución del poder político en el país se concibió a razón de algunas características principales, es un sistema nacido de una revolución partida en dos, la primera de esa partes se determinó por el inicio del movimiento armado y por su posterior terminación con el exilio de Diaz (tan solo un año después de iniciada la revuelta) la segunda es el movimiento comenzado por Villa y Zapata con características agrarias, movimiento que terminaría siendo la base de la Constitución de 1917 que nos rige hasta la actualidad. Este elemento revolucionario es en si, el poder político y la conformación de un perene sistema de partidos que se abrían a la posibilidad del sufragio efectivo, sin reelección, por supuesto.


La otra característica a abordar es la identidad del mexicano, es decir, aquellos complejos elementos que permiten identificación como un conglomerado social, para esto, el Estado revolucionario se hizo de las artes en todas sus expresiones para darle forma a dicha identidad, los murales de Diego Rivera son el ejemplo claro de esa bonita creación de lo que es un mexicano. Clemente Orozco y Siqueiros, igual participaron, pero en menor medida, ya que ambos tenían distintas temáticas respecto a la revolución y su resultado.

 

Es pues que estas dos situaciones son las que conforman y dan lugar al sistema político mexicano que con el partido que fundara Plutarco Elías Calle (Partido Nacional Revolucionario, PNR) y sus posteriores cambios de denominación a cargo de Lázaro Cárdenas (Partido de la Revolución Mexicana, PRM) y Manuel Ávila Camacho (Partido Revolucionario Institucional, PRI) termina de consolidarse.

 

Como ya lo estipulamos, este sistema político permitía la participación de la ciudadanía mediante sufragio, tenía una clara estructura de organizaciones sindicales y no partidistas que actuaban bajo las directrices que alimentaban los intereses del partido hegemónico, así como el hecho de que mantenían un conflicto velado que les permitía tener una medición clara del descontento social, pese a la hegemonía, este autoritarismo se caracterizó por crear instituciones que permitieran garantizar derechos civiles y sociales, trabajo, salud, recreación, así como los derechos políticos, siempre apegados al marco legal que iban adaptando a los contextos sociales, de ahí la importancia del barómetro social como base de su legitimación.

 

Como conclusión podremos decir que Andrés Manuel López Obrador, como claro hijo del Partido Revolucionario Institucional, trae como tradición la idea de instaurar de nueva cuenta este tipo de autoritarismo que, debemos señalarlo, es mucho más estable que cualquier hegemonía cerrada (llámese dictadura o totalitarismo) pues como ya se explicó, se tiene la ventaja de mantener la democracia acotada, pero funcional, con el respeto necesario a las libertades civiles, porque esas no se trastocan por completo, así como la concentración, no del poder, sino de las organizaciones que pelean por el poder en la sociedad, es decir, aquellas organizaciones no gubernamentales o gubernamentales que inciden directa o indirectamente en la formación de la agenda pública.


Una diferencia muy clara entre el PRI y morena es que el primero es institucional, el segundo busca una sinergia entre lo institucional y lo simbólico, cargándo más por lo simbólico como su base principal.

 

Sea pues, que todo lo vertido aquí sirva para calmar las aguas y para permitirnos como ciudadanos y lectores parar un poco y primar la necesidad de colocar los acontecimientos en su justa dimensión, con el objetivo de darle una lectura que tenga como finalidad que la ciudadanía adquiera su papel principal, contrapeso natural.

 

El tipo supo hacerla, sin duda, Andrés mostro genialidad, y un claro conocimiento de la historia y del sistema político que lo pario. ¿De qué depende que tenga éxito o avance? De que nosotros, ciudadanos, entendamos nuestra historia para no repetirla, pero sobre todo, que por fin estemos a la altura de la Democracia que decimos defender y querer poner en práctica.


Así que ni Venezuela, ni dictadura, sino todo lo contrario.


Para quienes quieran abordar con más profundidad el tema, aquí les dejo los documentos utilizados para la realización de esta columna.


Schmith Carl. La Dictadura.

Arriola Juan Federico. Teoría General de la Dictadura.

Córdoba Arnaldo. La Confirmación del Poder Político en México.

Bobbio Norberto. Diccionario de Política.

Krauze Enrique. El Pueblo soy yo.

 

Artesanía Política. Ciudad Brugada a 25 de septiembre del año de nuestro Sr. Andrés Manuel López Obrador.

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