¿Qué debe ocurrir en la vida de alguien para que olvide por completo todos sus valores, su humanidad, su empatía?
Lo ocurrido la semana pasada en Taxco, Guerrero, no tiene justificación alguna. No solo una acción si no todo lo que paso con la pequeña Camila; desde el secuestro, la perdida de la vida de la niña, el querer ocultarlo, la llamada para pedir dinero por ella, la denuncia no atendida, la falta de acción de las autoridades, el enojo del pueblo que desencadenó en el linchamiento de los secuestradores, la muerte de la autora intelectual del secuestro, la falta total del estado de derecho, todo mal. Un estado fallido. ¿Y la gobernadora Evelyn Salgado? Bien, gracias.
Esto es México, país secuestrado por los delincuentes, por el crimen organizado, país seguro para ellos pues el presidente los cobija con sus abrazos, pero México también es su gente, el pueblo. Y la pregunta es: ¿Qué tipo de mexicanos estamos habitando este país?
Están los mexicanos que artos de los abrazos a los delincuentes tomaron la justicia en sus manos y se convirtieron en asesinos. Están los mexicanos que olvidaron sus principios y vendieron su dignidad por una fallida cuarta transformación; los ciegos, dispuestos a denostar a cualquiera que ose cuestionar al mandatario, ciegos que, ante las pruebas y datos, eligen ver las mentiras propagadas en la mañanera y creer que estamos mejor que nunca. Aquellos que olvidaron que al poder se le exige, no se le aplaude y eligieron amar más a un político que a su país.
Pero también estamos los que amamos a México, los que, aferrados a la esperanza, nos esforzamos por ser ciudadanos de primera, con valores, trabajadores, honestos, resilientes, inculcando en la siguiente generación el amor por México y no por un hombre, color o ideología. Resumiendo, ciudadanos y punto.
Ya basta de ciudadanos de cuarta. Necesitamos mexicanos de primera que estén dispuestos a renunciar a sus intereses en busca de un interés mayor: Sanar y recuperar a México.
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