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¡Oh! ¿Y ahora? ¿Quién podrá transparentarlos?

No ha transcurrido mucho desde que la periodista Viridiana Ríos (Viri Ríos) aseguraba en una de sus columnas (El mito de los órganos autónomos) que las entidades autónomas no siempre eran necesarias para el fortalecimiento de las democracias; y para sustentar su argumentación nos ponía de ejemplo a Suiza. Quiero pensar que dicha columna la realizó al vapor, tomó algunas cifras por aquí, otras por allá y las presentó como una verdad absoluta; y pues no, su argumentación inicial carece de sustento estadístico real, pues no explica las cifras, solamente las coloca y señala que derivado de ellas las instituciones autónomas no son necesarias, pero vamos por puntos.

 

Primero, el análisis o la política comparada que pretende poner en pie es muy aventurada, intenta comparar peras con manzanas, omite cuestiones de suma importancia para el pretendido ejercicio comparativo, a saber, la relación existente entre ciudadanía y gobierno (políty) es decir, las dinámicas de poder y cómo estas se estructuran para obtener como resultado la fortaleza o debilitamiento institucional; dichas dinámicas establecen un terreno en el cual se gestan las pugnas de los respectivos grupos que pretenden dicho poder, es decir, la conformación del espacio público y el debate o participación ciudadana efectiva (entendida esta última como cualquier acción tendiente a incidir directa o indirectamente en la vida pública del Estado) (politics) y por último la acción de gobierno, sin perdernos en explicaciones teóricas innecesarias, todo aquel esfuerzo o acción directa que el gobierno estructura e implementa para la resolución de conflictos o problemas sociales (policy).

 

Aquí está el error fundamental de Viridiana Ríos, no sólo omite la relación conceptual de estas tres dimensiones, las aglomera de manera tramposa en un conjunto de estadísticas, que por sí solas no nos dicen absolutamente nada, es apenas un boceto sin detalle de lo que es un sistema político ajeno a la realidad del país que pretende meter con calzador en unos zapatos que no le van, el de la democracia plena.

 

Es pertinente recalcar que a estas alturas del partido en México no existen las condiciones para establecer que somos una Democracia plena, estrictamente, la democracia en este país lleva construyéndose de una forma más abierta cerca de 30 años, en este periodo de tiempo hemos vivido altas y bajas, procesos de aceleración y desaceleración institucional, con un sistema de partidos que más que crecer con dicha institucionalización, ha caído en crisis profunda de representación e identidad (MORENA merece un análisis aparte), la alternancia que se ha dado desde el año 2000 ha sido un velado espejismo que indirectamente nutrió a la participación política, pero siempre bajo un esquema velado de juego oposicional, donde sí, existió un equilibrio más claro en la conformación de las cámaras; sin embargo, el juego y cabildeo de las facciones partidistas relegaban la voz ciudadana a una mera función ornamental, otorgándose casi por una especie de divinidad conferida de quién sabe donde, una suprarepresentación que ensalzaba la “voz del pueblo”, pero sin las diatribas ideológicas descaradas de las gestiones recientes.

 

Ese cambio en la dinámica de poder no se logró consolidar en ninguno de los sexenios anteriores a AMLO, claramente él supo transformarlas, pero siempre en detrimento del equilibrio del poder.

 

Esto es solo el resultado de un proceso aún más largo, que en realidad comenzó con el porfiriato, ahí es donde el país tuvo por fin cierta estabilidad política y económica, ¡Sí!, Porfirio fue un dictador, eso no está a discusión aquí, pero es justo esa dictadura la que puso las bases políticas de lo que después conoceríamos como sistema político mexicano, aunque usted no lo crea, el padre del PRI es ese y no la revolución mexicana, que basta decir, tiene dos vertientes, una política y una social, de ahí que sea necesario entender ese proceso histórico-social en esas dimensiones, tal cual lo plantea Arnaldo Córdova en su trabajo “La formación del poder político en México”.

 

Dicho esto, centrémonos ya en la era posterior a la revolución, esa donde Cárdenas consolida lo que comenzó Díaz. En este momento específico de la historia del país ya tenemos una maquinaria completamente engrasada en torno a la figura presidencial, no la investidura, el hombre, y es este último el que en un ejercicio de conglomeración del poder establece y da la venia a las decisiones que han de tomarse en su entorno más cercano y en lo social ¿Les parece conocido?

 

El Priato en tanto fenómeno político-social dio a luz un autoritarismo bastante funcional, que muy a pesar de sus cotas perfectamente limitadas en cuanto a la garantía de derechos sociales, logró una estabilidad política que no se vio amenazada hasta ya muy entrado el siglo XX (los años 60 para ser exactos). Es pues que MORENA retoma este modelo y renueva las bases del poder político tras la elección del 2018, y lo hace a través de un encare más directo con lo que ellos consideran el enemigo de la “transformación” (vaya usted a saber qué fregados significa eso).

 

Nos encontramos ante las postrimerías de una renovada-vieja polity que se basa en el discurso y no en la institucionalización (he ahí la diferencia sustancial con el priato), misma que convertida en arengas cuasi divinas impiden que el Gobierno establezca una eficiente relación racional-legal con su población, es decir, que todas sus acciones encuentren sustento y motivación en la ley. Hoy eso de la Ley es una toalla que puede cambiarse a razón de capricho.  

 

Esta dinámica pecará de centralismo, establecerá políticas anacrónicas que poco o nada tienen que ver con el contexto social que pretenden normar o resolver, cosa que claramente resulta contraria a actualidades integradoras certeras, mismas que deciden ignorar, y cuyo resultado se verá reflejado en las negociaciones del T-MEC.

 

Ahora bien, como ya lo expliqué en el Tríptico de la Democracia (que pueden consultar y leer en este blog) el estado que guarda el régimen de gobierno no es precisamente aquel que nos permita cantar albricias y vítores a diestra y siniestra, la cosa esta chueca y bastante gris para los años venideros, tal parece que entre más libertad nos otorguen los mecanismos que permiten un juego agónico en equidad de condiciones, más la desdeñamos, o quizá sean los tiempos, y como siempre, hemos llegado tarde a la ola de arrastre que llevó al mundo a una estabilidad no vista en mucho tiempo, y sea pues que para entender que la libertad no se solicita, sino se arrebata, es necesario bañar de autoritarismo el árbol de las democracias liberales.

 

Dicho esto, cabe señalar que aquí Viridiana comete su segundo error, omitir la condición autoritaria hacia la que nos dirigimos y al  mismo tiempo obviar que ante la apabullante salud del gobierno así como la de su inequívoca eficiencia en el hacer, las entidades autónomas no parecen necesarias ¿Cómo para qué? ¿Verdad?

 

Es ahora que se responde el cuestionamiento: Bajo este contexto político, ¿Las entidades autónomas son necesarias? La respuesta corta es Sí, y ya. Pero como aquí nos gusta argumentar la respuesta, explicaremos por qué sí.

 

En una Democracia tan joven, que además de todo es completamente falible a los golpes de péndulo, la institucionalización constituye un contrapeso importante, el hecho de que el Estado se mantenga dentro de los límites establecidos en tanto a su funcionamiento primordial (brindar seguridad a sus gobernados). Si esto no se logra consolidar de buena manera, este ente abstracto tenderá a engrandecerse, incluso por encima de quien le da sustento y legitimidad, convirtiendo la Razón de Estado en el único elemento válido para la toma de decisiones.

 

Más aún, con dinámicas que centran y concentran el poder, no tener entidades autónomas que vigilen al estado en su hechura y quehacer pone en peligro cualquier ejercicio de democratización o fortalecimiento de la vida democrática, muy a pesar de lo establecido por Viridiana Ríos, aquí, en México las entidades autónomas son de vital importancia ¿Por qué? Porque el Estado no puede ser juez y parte, y menos aún en contextos donde la sociedad carece de cultura y participación política.

 

Otro error de la argumentación de Viridiana se ve aquí. Ella declara que la creación de organismos autónomos es derivada de una decisión o razón política, es cierto, sin embargo, desestima la razón administrativa, incluso la soslaya, de tal manera que termina por delegarla a un plano de mera aplicación operativa. Eso además de constituir una trampa (quiero pensar que no es deliberada) simplifica el asunto a cuestiones de eficiencia o eficacia de funcionamiento (cosa completamente debatible), la cosa es que ninguna institución es 100% confiable o perfecta, habrá que recordar que en su organización se encuentra siempre el factor humano, es por eso que la Administración Pública se hace de elementos evaluadores como los mecanismos de mejora continua o su principio de continuidad para establecer mecanismos de control que corrijan vicios y errores de las mismas, pero para esto es necesaria una relación sinérgica entre Gobierno-Gobernados. Insisto, es cierto, los organismos autónomos no son eficientes en su totalidad, pero esto que comenta Viri, es una verdad a medias, este hecho no significa en toda su amplitud que por eso no sean necesarios. Me parece que en ese sentido, le hizo falta ensuciar sus datos con la cuestión organizacional, en los procesos y procedimientos pues, así como la relación que las instituciones tienen con su usuario final.

 

Pongamos de ejemplo la reciente institución atacada por el oficialismo, el INAI, establezcamos su función principal y su sustento legal.

 

¿Qué es el INAI? (Fuente: INAI)

 

“El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) es el organismo constitucional autónomo garante del cumplimiento de dos derechos fundamentales: el de acceso a la información pública y el de protección de datos personales”.

 

Artículo 6to de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM)

 

“La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuestos por la ley. El derecho a la información será garantizado por el Estado.

 

Toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión”.

 

Ya entendido el funcionamiento y el sustento legal de dicha institución, habrá que preguntarse ¿Cómo podemos saber si está funcionando? En este punto no resulta difícil saber si garantiza o no el derecho a la información, basta con preguntarle al mismo INAI sobre el número de solicitudes de información pública atendidas”.

 

Dicha institución nos dice lo siguiente al respecto:

 

En el período octubre 2021-septiembre 2022, ingresaron 314 mil 435 solicitudes de información pública, para alcanzar un número acumulado, de 2003 a septiembre de 2022, de dos millones 819 mil 816.

 

Si usted gusta ver y analizar con más detalle el desglose de dicha información, les dejo el link donde pueden consultarla a sus anchas.

 

 

El número parece pequeño para el periodo tan amplio en el que se realiza el muestreo, y esto tiene una razón, el espacio público ganado por los ciudadanos, así como el uso que le dan, mismo que permite inferir en la toma de decisiones de una forma más o menos eficiente. En efecto, el ciudadano, o no sabe el papel tan importante que tiene y juega en el fortalecimiento institucional o simplemente lo ignora por desidia, falta de interés o simple comodidad.

 

Concluyamos: Así con este pequeño muestreo, no se puede establecer funcionamiento de la institución, el acercamiento sería más bien de percepción y no de hecho, nos faltan elementos importantes.

 

A estas alturas la cosa se pone enrarecida, pues el oficialismo argumenta excesos presupuestales para mantener en pie al INAI (clásico en ellos); sin embargo, no nos muestran un análisis o diagnóstico técnico-funcional que derive en que esta decisión debe tomarse sí o sí. Muy por el contrario, en un trono de soberbia electoral deciden cortar de tajo todo contrapeso institucional, antes incluso, de fortalecer a la ciudadanía a través de mecanismos de participación y cultura política.

 

¿Cuál es su solución? Pasar las funciones de esta institución a cada una de las entidades responsables de la información, si, a quién usted está pensando, al Estado. Ahora resulta que el perro no solo se va a alcanzar la cola, sino que también se la va a morder. ¡Menuda contradicción!

 

Como pueden darse cuenta, la cosa no es tan sencilla ni radica en mostrar comparativos entre Suiza y México para justificar o intentar justificar sinrazones, se requiere de un análisis más vasto, y esto que hice aquí es solo muy poco ante la evidente profundidad que requiere el tema, resulta de vital importancia que esos tres elementos explicados al inicio de esta columna (Polity, Policy y Politics) actúen en un mismo sentido, una relación sana de la comunidad política con su aparato gubernamental. El fortalecimiento institucional debe estar siempre por encima de la diatriba, la perorata y el discurso barato de una vox populi acomodada a quien sabe qué intereses.

 

Habrá que preguntarnos ahora.

 

¿Quién va a transparentar al que “transparenta”? mientras lo piensan, sepan que su derecho conferido en el artículo 6to constitucional se verá no solo diezmado, sino profundamente ineficiente, pero pues cada quién ¿O no?  

 

Referencias:

 

“El mito de los órganos autónomos”

Viridiana Ríos (Viri Ríos)

 


Tríptico de la Democracia I, II y III





Columna de @javierelfifi25



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Herr Politik

Lic. en Ciencias Políticas y Administración Pública. Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) hace algunos eones. Músico y vagabundo profesional.

 

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